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Desde hace más de 40 años en el municipio de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, la comunidad muxe realiza su tradicional festividad conocida como "Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras de Peligro" acompañada de actividades artísticas, culturales y sociales para concientizar a la población sobre temas de diversidad sexual, cuidado de la salud y lucha social.

En México, los muxes son el grupo más representativo de la masculinidad étnica que ataviados con sus trajes típicos de tehuanas, collares, aretes y otras vestimentas regionales se han dado a conocer a través de la lucha por la visualización de su población, no sólo a nivel nacional e incluso en el extranjero. 

La palabra muxe es una adaptación del francés que significa mujer; mientras que la traducción del zapoteco hace referencia a la persona afeminada o con miedo. Y por ello, ser muxe está asociado con la dualidad entre hombres y mujeres, aquel varón que desempeña roles femeninos y masculinos (que posee la fuerza física de un varón y la delicadeza de una mujer).

En su conferencia sobre "Masculinidades étnicas en México: prácticas homoeróticas", Luis Enrique Salvador, estudiante del Posgrado en Geografía, destacó que es importante el estudio de este tema no sólo desde la geografía sino desde todas las ciencias sociales. En el caso de la geografía, señaló que estas investigaciones iniciaron en el mundo anglosajón y después se extendieron a Latinoamérica, primero a través del feminismo que incorporó sus aportaciones teóricas para explicar e interpretar los hechos geográficos. Luego surgió la geografía de género para examinar cómo las relaciones entre hombres y mujeres afectan los procesos socioeconómicos, políticos y ambientales, así como sus manifestaciones en el espacio.

Construcción y reconocimiento

La construcción de la masculinidad se dio a través de diferentes momentos históricos que inició con la diferenciación de la monogamia en la prehistoria para asegurar un estatus social o la reproducción; en el siglo VI la publicación de los Siete pecados capitales marcaron un hito en las prácticas sexuales y la designación del rol de la mujer de permanecer en casa mientras el hombre se dedicaba al trabajo. 

En la Edad Media y a la par del Antiguo Testamento continuó la reproducción de los Siete pecados capitales; en la inquisición española ejercieron castigos a las personas que tenían prácticas homoeróticas o de prostitución. Para 1570 se reconoció que el papel de la mujer era dedicarse a su hogar, sin embargo, también se justificó la prostitución de las mujeres para que el hombre no tuviera pensamientos libinidosos; en el siglo VII se publicaron los primeros estudios sobre género y sexualidad; durante la época victoriana hubo una regresión de los roles entre hombres y mujeres; y en los siglos XX y XXI iniciaron los movimientos de liberación. 

A través de sus investigaciones algunos autores han encontrado que a nivel mundial existen ejemplos de sociedades étnicas que llevaban a cabo prácticas como el caso de los indios crow de Norteamérica, que se vestían de mujeres y ofrecían favores sexuales. En otras sociedades existe el tercer género tal es el caso de los xanith en Omán; los hijras en India; los bakla en Filipinas; los we´wha, nadles o berdache en Norteamérica; los mahu de Hawái; los sarombay en Madagascar; los omeguid de la etnia kuna en Panamá; los muxes en México; los guevedoces en República Dominicana; los paleiros en la isla de Timor; los fa´affafine de Samoa; o los mahu de Polinesia. 

Debido a la diversidad de etnias, Luis Enrique Salvador señaló que la inclusión de los estudios de masculinidad en investigaciones indígenas deben de considerar los aspectos de cada colectivo originario como las problemáticas de su población, sus costumbres y otros aspectos específicos del grupo.      

En México "la combinación de etnicidad y sexualidad no ha sido profundamente estudiada". La incorporación de estos estudios inició en los años ochenta con la pandemia de VIH-SIDA en el país, que también afectó a los grupos indígenas debido a la migración y la poca difusión sobre prácticas sexuales y el uso de métodos anticonceptivos. 

Diversidad

A lo largo del territorio mexicano existen ejemplos de cómo la masculinidad se manifiesta a través de las diferentes etnias, en la región norte los yoeme de Sonora llevaban a cabo prácticas homoeróticas entre varones; en Chihuahua en la cultura rarámuri se tenían registros de términos lingüísticos para designar a los indígenas homosexuales como reneke o nawiki.  

En el caso de los mexicas, de acuerdo con escritos de Fray Bartolomé de las Casas, tenían una diferenciación de las prácticas homoeróticas o del trasvestismo ya que cada individuo decidía su orientación y su rol, e incluso los padres les ayudaban a vestirse de mujer y aprender labores específicas. 

En el sur del país existen diversas etnias en donde la masculinidad se visualiza de distintas maneras como es el caso de Guerrero, donde los jóvenes amuzgos de Xochistlahuaca se declaran abiertamente homosexuales y han luchado por ser reconocidos y respetados dentro de su comunidad. En Cuajinicuilapa se utiliza el término de marisol para llamar a los hombres que se visten y se comportan como mujeres, que fungen como pasivos en la relación sexual. 

Mientras que en Chiapas durante la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo los danzantes llamados chuntás, que en su mayoría son hombres vestidos con faldas largas y blusas con bordados típicos, recorren las calles mientras reparten bebidas y gritan frases alusivas a la feminidad. En Tixkokob, Yucatán, la comunidad homosexual también es respetada y reconocida. 

El caso más representativo son los muxes de Juchitán, Oaxaca, que han luchado por más de cuatro décadas por el reconocimiento de sus derechos y han visualizado otro tipo de masculinidad. Y han puesto especial interés en la difusión del VIH-SIDA dentro de su comunidad, así como la adopción de políticas públicas para su prevención. 

Aunque los muxes son un grupo aceptado por la mayoría de su población todavía prevalecen algunas resistencias y continúan con su lucha por el reconocimiento de sus derechos. Con los años han logrado apropiarse de algunos espacios para desarrollar diversas actividades informativas y culturales. En su vida diaria su labor está dedicada a la realización de artesanías, la confección de prendas, pero también a trabajos que implican fuerza. 

Durante una semana con la realización de la tradicional vela en honor a su santo San Vicente Ferrer, los muxes son el centro de atención de la población nacional y extranjera que los visita para ser partícipe de este festejo. A partir de la migración de algunos muxes a la Ciudad de México se ha intentado reproducir esta celebración y desde hace seis años se realiza la Vela Guuchachi, para traer un poco de su cultura y seguir con la construcción de redes de apoyo en otras ciudades tanto del país como a nivel internacional.       


Jessica Guzmán Hernández

2019-03-20