IGg Noticias

Arriba, la quietud duerme y medita; 
el horizonte gris -curva tras curva-
se disloca en extática estampida
sin dirección ni abrigo
y las plantas gravitan inseguras
sobre el sueño rupestre de los siglos.

El cactus, persiguiendo desiertos
agrietados de sedes que no amengua
ni la heroica promesa del diluvio, 
aclimató sus garras...
Y el mitin colosal de rocas bravas
estalló pirotecnias vegetales.

Vinieron los reptiles lazarinos 
a buscar rincones eremitas 
sacudiendo las caudas cascabeles
y en el éter las ruecas orbitales
siguieron devanando el hilo de los tiempos...
"Canto al pedregal", Francisco Neumann Lara (1953). 

Desde hace 35 años la UNAM resguarda la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA), que surgió hace aproximadamente 1670 años producto del derrame lávico del volcán Xitle, que según estimaciones cubrió una superficie de 80 kilómetros cuadrados al sur de la Ciudad de México, de los cuales hoy más del 50% ya están urbanizados, señala Silke Cram, secretaria ejecutiva de la REPSA y académica del Instituto de Geografía (IGg).

A lo largo de 237 hectáreas se extiende el ecosistema de matorral xerófilo de palo loco, bajo la protección de la REPSA y que corresponde a casi un tercio de la superficie total del campus universitario que se compone de 730 hectáreas. 

Sobre las lavas petrificadas producto del derrame lávico que fluyó durante varios años y dio paso a una serie de formas y grietas que conforman microambientes con diferentes condiciones de luz, temperatura y humedad donde coexisten más de 1500 formas de vida nativas del Valle de México que interactúan y dan vida vida al ecosistema único del Pedregal de San Ángel.  

A la fecha se han descrito 853 artrópodos, 757 insectos, 148 aves, 33 mamíferos, 23 reptiles, 361 plantas vasculares, sin nombrar a muchas otras especies de bacterias, hongos líquenes, entre otras. Silke Cram destaca que algunos de los objetivos de la reserva son preservar el ecosistema del pedregal y proteger su dinámica, coordinar la investigación científica en torno a lo que se hace en la REPSA, promover la formación de universitarios, difundir la importancia del pedregal y su diversidad, así como generar vínculos con las diferentes dependencias de la Universidad a través de seis programas (gobernanza, conservación, atención a factores de presión, manejo integral del paisaje, comunicación socioecológica, información y conocimiento). 

Entre edificaciones

La sobreviviencia de la REPSA ha sido un reto por tratarse de una reserva natural de carácter urbano que convive con el campus de Ciudad Universitaria (CU), en donde hay una necesidad de aumentar la matrícula para que cada vez más alumnos tengan la oportunidad de estudiar, pero también aumenta la demanda de construir nuevas instalaciones. Esto genera una competencia por el uso del espacio entre el área urbanizada, las áreas verdes de recreación y el ecosistema natural. 

De acuerdo con datos de 2016, de las 730 hectáreas que ocupa Ciudad Universitaria 324 hectáreas corresponden a zonas urbanizadas (edificaciones, vialidades, estacionamientos, andadores y banquetas), 121 hectáreas están destinadas a áreas verdes -con un alto porcentaje reservado a canchas de futbol- y 48 hectáreas de pedregales remanentes que son afloramientos rocosos presentes en todo el campus de CU, que resguardan algunas especies nativas del pedregal.   

La reserva representa sólo una parte de Ciudad Universitaria, pero los animales no conocen de límites y se desplazan por todo el campus y, por ello, es importante conocer sobre sus hábitos para establecer medidas de protección.  

Una medida para delimitar y proteger la REPSA fue la instalación de 30 kilómetros de enrejado, para impedir o al menos disminuir la realización de actividades que ponen en riesgo la integridad de la dinámica ecológica como: la extracción de flora y fauna, la acumulación de desechos, la presencia de indigentes, el abandono de animales domésticos (perros y gatos), la introducción de especies exóticas y los actos clandestinos. Aunque al mismo tiempo dificultan el tránsito natural de los animales porque representan barreras para su desplazamiento, y en algunos casos han sido atropellados durante su tránsito por las vialidades. 

La académica del IGg explicó que la reserva se zonificó en áreas que comprenden zonas de: preservación estricta, restauración ecológica, uso restringido, uso especial, comunicación ambiental, efecto de borde y conectividad. Las zonas de comunicación ambiental son aquellas que se utilizan para actividades de docencia, divulgación y difusión, entre las que se encuentran la senda ecológica, el paseo de las esculturas, el espacio escultórico y el geopedregal -un pedregal remanente que comparten los institutos de Geografía y Geología y que fue adoptado por estas dependencias-. En principio, todos los pedregales remanentes podrían utilizarse como "aulas vivas" para transmitir conocimientos en diversas carreras. 

Mientras que las zonas de efecto de bordo son las que están en contacto con el medio urbano, y de acuerdo con la investigadora requieren del mejoramiento de sus límites, así como de trabajos de arquitectura del paisaje para mejorar la percepción de estos espacios, que actualmente están invadidas de especies exóticas y de basura. 

El mantenimiento de procesos ecosistémicos también requiere promover zonas de conectividad con afloramientos rocosos dentro y fuera de Ciudad Universitaria, que representan la conexión con la zona urbanizada y pueden funcionar como corredores de bioviversidad, aulas vivas (que sirven para la impartición de clases, realización de tesis, recorridos y otras actividades de difusión del conocimiento). 

Cultura socioecológica

Silke Cram refiere que otro de los objetivos de la REPSA es la construcción de una cultura socioecológica en Ciudad Universitaria a partir del paisaje volcánico, donde "la roca volcánica sea un signo de identidad para los universitarios".

Y aprovechar los afloramientos rocosos dentro y fuera de la Universidad como sitios de interés geológico y geomorfológico, que ofrezcan nuevas oportunidades de investigación que reconozcan los valores de la reserva y del ecosistema. Y que estas acciones puedan permearse a todos los campus de la UNAM, para que cada uno cuente con un área natural o recuperada que apoye la conservación del ambiente. 

Ante las diferentes amenazas que comprometen la supervivencia de la REPSA, su personal está elaborando un programa de manejo con base en la identificación de los principales problemas que afectan a la reserva. Y de esta manera contribuir en la generación de conocimiento y resguardo de información que permita una comunicación socioecológica, para conservar y atender los factores de presión (amenzas) para lograr un manejo sustentable. 

Para ello, la Secretaría Ejecutiva de la REPSA promueve que se lleven a cabo diferentes proyectos de investigación, además de contar con un programa de colaboradores conformado por personas voluntarias y servicios sociales que participan en jornadas de limpieza, retiro de plantas exóticas, recorridos de monitoreo y vigilancia, así como otras actividades bajo principios y un código de ética específico de respeto a la naturaleza. 

Sin embargo, Silke Cram señala que se requiere de una mayor participación de diversos actores en la protección de la reserva, complementar el marco legal y normativo, considerar una ampliación de los límites de la REPSA, contemplar el pago por servicios ambientales derivados de la reserva, además de la consolidación de una unidad académica encargada de resguardar y vigilar este patrimonio natural de la Universidad, que ante las continuas contingencias ambientales adquieren cada vez mayor relevancia los ecosistemas naturales conservados en una de las urbes más grandes del mundo como la Ciudad de México.    


Foto: Cortesía REPSA 


Jessica Guzmán Hernández

2019-06-12